Información del Artículo
Este verano de 2025 ha vuelto a recordarnos algo que parece no cambiar con los años: el fuego avanza, arrasa, y deja tras de sí un paisaje que cuesta reconocer. Desde Galicia hasta el Alentejo portugués, miles de hectáreas se han perdido en cuestión de días. Pueblos desalojados, ganaderos desesperados, vecinos que miran al monte y ya no ven árboles, sino ceniza. Y lo más doloroso: la sensación de que, año tras año, estamos atrapados en el mismo ciclo.

Pero más allá del titular de turno, de la cifra de hectáreas quemadas o del avión lanzando agua que aparece en todos los telediarios, hay preguntas que siguen sin respuesta clara: ¿quién cuida realmente del campo? ¿Qué papel juega la ganadería extensiva en la prevención? ¿Cómo se protege un monte que está completamente abandonado durante once meses y medio al año?
En Castilla y León, por ejemplo, no se habla solo del fuego, sino de lo que hay antes y después de él: los cortafuegos mal mantenidos, la falta de ayudas a quienes realmente viven del campo, los cambios legislativos que llegan tarde y, sobre todo, una cierta desconexión entre las instituciones y la realidad rural. En Portugal, la conversación gira en torno al equilibrio entre repoblar con especies autóctonas o seguir apostando por explotaciones de eucalipto que, en muchos casos, alimentan el fuego más que lo frenan.

Hay colectivos que no esperan a que las soluciones vengan desde arriba. Asociaciones como La Culebra no se Calla, Bosques Sin Fronteras, Montis o Reflorestar Portugal llevan años actuando, reforestando, formando a voluntarios y recordando que un bosque sano no se apaga solo en verano, se cuida todo el año.
En Replanta no somos una organización ambientalista, ni pretendemos aparentarlo. Pero sí creemos en el valor de lo que no se ve. En lo que ocurre cuando nadie está mirando. Y en cómo internet también tiene un papel, aunque sea silencioso, en todo esto. Cada servidor que optimizamos, cada web que alojamos con energía renovable, cada proyecto digital que ayudamos a hacer más sostenible, forma parte —aunque sea en un rincón pequeño— de una forma distinta de hacer las cosas.
Porque lo contrario del abandono, en el campo o en la red, siempre será el cuidado. Y cuidar empieza por interesarse. Por leer hasta el final. Por plantar y replantar, aunque parezca que no va a crecer.



